La mente dictadora
Nota: este artículo proviene originalmente del blog del autor. Ha sido revisado y adaptado para la Asociación de Tarología.
¿Está la mente en nuestra contra? En ocasiones, sí. Sus duras palabras y su mal trato buscan hacer daño y herir. Es como vivir con un maltratador dentro de la cabeza.
La defusión cognitiva es la disolución de las palabras duras de nuestra mente. Es romper la fuerza de los mandatos que nos anclan a realidades internas infernales. Es un proceso similar a un “mata-creencias tóxicas”. Nos permite observar y analizar nuestro ecosistema interno, para relacionarnos mejor con él y someterlo a la conveniencia de nuestros valores funcionales. Lo mejor es que proviene de técnicas y teorías cognitivas clásicas sometidas a experimentación. Como otras técnicas, son resultado de años de estudio y evaluación clínica.
Los pensamientos están arquetipizados en el viaje del agua: desde su viscoso aspecto como charcos de creencias tóxicas (en el arcano “sin nombre”, o de la Muerte) a las aguas puras de una mente que cultiva la higiene y se protege a sí misma (el lago abundante del escenario de La Luna). Es que… los pensamientos son sólo pensamientos. Puede sonar estúpido, pero vinculamos los pensamientos a la percepción y creencia de la propia realidad que nos rodea. Esto que he dicho se llama fusión cognitiva y es literalmente la incorrecta y depravada interpretación de los pensamientos. Desactivar el poder intrínseco del lenguaje en ocasiones es obligatorio para operar con la estructura mental que somete al sujeto a la disfuncionalidad. Porque, con la fusión cognitiva, pensar en la debilidad hace débil. En ese viaje del agua es inevitable, si queremos realizar la ruta natural, pasar por el Diablo, experto en el daño psicológico.
Junto a la defusión cognitiva se puede emplear la situación contextual del “Yo”. Solemos creer que ciertas debilidades o defectos adquiridos pertenecen a los rasgos característicos de nuestra personalidad. Pasar por un momento duro financiero, sentir que no podemos con la carga psicológica que la vida nos presenta o literalmente estar físicamente enfermo pueden conllevar creencias, ideas y sentimientos incorrectos que persistan después del cuadro de crisis. Estos hechos residuales condicionan nuestra relación con el mundo y con nosotros mismos, de tal forma que modifica nuestra percepción interna, nuestras autoevaluaciones, el autoconcepto que generamos de nuestras capacidades y frutos. Y lo cierto es que todos somos débiles, fuertes y en ocasiones, desorientados y confundidos. Lo más adecuado es entender cuándo somos débiles, cuando fuertes, cuando confundidos y en qué contextos obtenemos certeza y claridad mental.
Derretir la fuerza de las palabras dañinas de la mente y contextualizar las ideas que, sin ser erróneas, toman la parte por el todo e intoxican el autoconcepto que tenemos de nosotros, son dos estrategias que pueden llevar a una persona media a entender que su potencial no está por conseguir, sino por emplear. Porque es tan importante relativizar nuestros supuestos defectos como nuestras creencias, como confiar en nuestras capacidades.
A menudo no necesitas cambiar, sólo entender quién eres y aprender a vivir con solvencia la vida que tienes. En ocasiones es inevitable vivir con aspectos desagradables. El Mago construye su realidad y decide cuáles son las condiciones de su truco de magia, pero no inventa las leyes de la naturaleza. Las canaliza cuando alza su varita mágica hacia el cielo. Modificar el propio contenido de las circunstancias no es tarea fácil, en ocasiones ni es posible. El malestar no se tiene por qué eliminar, sobre todo se acepta y se aprende a llevar. La evitación de las tensiones negativas puede llevar al aumento de éstas. Pero el imperativo de nuestra mente, que se convierte en dictadora puede ser desobedecida cuando conduce a situaciones contraproducentes. En terapia de aceptación y compromiso, una de las estrategias es la categorización de los pensamientos, para comprender qué contenidos y mensajes contienen, y el reconocimiento de la mente como “tercera persona”. Algunos terapeutas incluso aconsejan que se le ponga un nombre. La mía podría llamarse Heliogábalo.
Al igual que un pueblo sometido a un tirano malvado sufre las consecuencias, un ser sometido a una mente tirana no cultiva la buena suerte. Después de todo, el Diablo está en la mitad del viaje del agua que hemos dicho. Si nos quedamos a medio viaje no alcanzaremos las aguas de la buena nueva. La defusión es, en parte, desobediencia. Saber que caminar hacia esa costa, en contra de las palabras de los personajes que pretenden que no perdamos el pantanoso cenagal, es un acto de rebeldía necesaria. Y esta desobediencia, atendida por un terapeuta cualificado, puede ser la revolución que se necesita.